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Discurso Yom Haatzmauth 2022 Embajadora Marina Rosenberg

Queridas amigas y amigos, bienvenidas y bienvenidos.


Estamos felices de poder recibirlos para celebrar juntos los 74 años de vida del Estado de Israel. Podría comenzar este discurso del Día Nacional de Israel como se suele hacer de acuerdo al protocolo, hablando maravillas de las relaciones bilaterales Chile-Israel y poniendo el énfasis en todo lo que nos une, como los valores, desafíos y oportunidades. Podría hablar largamente de la historia de amistad entre nuestros países y enumerar los proyectos que soñamos ejecutar en el futuro cercano… Pero la verdad es que, a tres años de mi arribo a Chile y cuando quedan sólo algunas semanas para terminar mi misión y partir de regreso a Israel, me encuentro en una etapa de reflexión y dudas existenciales. Hay varias preguntas que rondan en mi cabeza: ¿Qué logramos hacer en Chile? ¿Cuál es el propósito hoy en día de un embajador?, ¿Qué rol debe cumplir un diplomático o un funcionario de Embajada en el siglo 21?


Evidentemente, parte de estas respuestas están en el manual: promover la cooperación de gobierno a gobierno, fortalecer las relaciones políticas, comerciales, económicas y académicas, y enviar largos análisis de la situación política interna del país donde uno está destinado. Y la otra parte de la respuesta, que entendí muy bien en estos tres años, es que la diplomacia no puede estar desconectada de la contingencia y debe hacerse cargo de las necesidades más profundas que emergen en cada lugar y en cada momento. Y, probablemente, este no fue únicamente un aprendizaje mío personal. Muchos de ustedes, desde sus propias posiciones y actividades, tuvieron que reinventarse para satisfacer los nuevos requerimientos que la sociedad nos exige y que la pandemia nos impuso.


Llegué a Chile con un listado de ideas y proyectos. Incluso hice un extenso video de presentación para redes sociales enumerando mis desafíos y mis sueños. Y cuando recién estaba desarmando mis maletas, el panorama cambió radicalmente en Chile y se instaló una nueva realidad social, sanitaria y económica. Ese fue el punto de inflexión en nuestra tarea diplomática. Y aunque mantuvimos nuestro trabajo para fortalecer las relaciones políticas, económicas, culturales y académicas, nos volcamos a marcar una diferencia y generar impactos positivos, en un mundo nuevo, con nuevas realidades, necesidades y estándares. Pero en este golpe de timón no estuve sola. Siempre tuve el respaldo y el entusiasmo del equipo de la embajada, que no solo se comprometió con esta nueva diplomacia de impacto social, sino que la hizo propia, extremando sus recursos y creatividad para ir más allá de lo imaginable. Y también tuvimos el decidido apoyo de nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores en Jerusalén, que, a pesar de ser un ente burocrático como cualquier ministerio, tuvo la capacidad y la voluntad de flexibilizar su mirada y pensar en grande.


Y de ahí en adelante, no paramos más y tuvimos el respaldo permanente de la División de Cooperación Internacional, Mashav, que volcó todos sus recursos humanos y materiales para enfrentar las nuevas necesidades, incluso de países OCDE, como Chile, que teóricamente no califican para ser beneficiarios de la cooperación internacional. En este momento en que festejamos los 74 años de Israel, no quiero hacer un recuento de los logros que hemos tenido como nación, y prefiero mencionar algunos hitos de estos tres años, que quedaron grabados en mi memoria o en mi corazón. Por un lado, son proyectos, reuniones, campañas, acuerdos, es decir, una amplia gama de instancias institucionales. Y, por otro lado, personas, lugares, sensaciones y emociones.


En los titulares de este período, tendríamos que mencionar la cooperación binacional en temas Covid, al acuerdo satelital con la Fuerza Aérea, la participación en la Mesa Hídrica Interministerial, la activación de una red de diplomacia de género, los acuerdos de cooperación entre universidades y varios otros... Pero no quiero quedar en los titulares, quiero invitarlos a acompañarme por las callejuelas de algunas historias que me marcaron. En materia de sustentabilidad, todavía recuerdo la mirada emocionada de Liliana Garrido, una activista con discapacidad motora de la comuna de Peñalolén, cuando inauguramos el primer huerto comunitario con tecnología de riego israelí, donde los vecinos y vecinas ya han plantado, regado y cosechado sus hortalizas, ingresando con sus sillas de ruedas entre las líneas del sembradío para trabajar en contacto directo con la tierra. Este es uno de los 30 huertos que estamos donando en todo el territorio de Chile, para apoyar la economía de los barrios y la conciencia social y ambiental. En el ámbito de la accesibilidad, resuenan en mi mente las palabras de la estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, Catherine Figueroa Nur, quien recibió de la embajada un dispositivo OrCam de asistencia visual, que le permite escuchar lo que ella no puede ver o leer. “Yo conocía este dispositivo, pero nunca pensé que podría tenerlo, por su alto costo”, nos dijo emocionada al momento de recibirlo. Otros dispositivos similares fueron donados a Fundación Luz, Biblioteca Nacional, Universidad Católica y Centro Cultural La Moneda.


También recuerdo con cariño y admiración a las pobladoras del Campamento Israel, en los cerros de Antofagasta, hasta donde llegamos para ayudar en la construcción de la sede social, y tiempo más tarde volvimos para colaborar con materiales para reconstruir las viviendas dañadas en un lamentable incendio. Este fue uno de tantos proyectos humanitarios, como la donación de cajas con alimentos en distintas comunas o la donación de enseres y equipamiento para los damnificados del incendio de castro, en Chiloé. Aunque nuestro foco estuvo en las necesidades de las personas, tuvimos también la posibilidad de aportar en algo que para mí es muy importante: el cuidado de los animales. Y fue así que financiamos el viaje del caballito Lucero a Argentina, para que pudiera recibir un tratamiento ortopédico que en Chile no estaba disponible. Como muchos saben, el animalismo y el veganismo son opciones personales que han enriquecido el impacto positivo de Israel en temas de sustentabilidad. Y nuestra última locura: dejamos de lado los clásicos seminarios, charlas e intercambio de alumnos, para armar una delegación humanitaria conjunta con la Universidad de Chile para ayudar a los refugiados ucranianos en la frontera con Polonia. Y acá fuimos testigos de la entrega humana y profesional de la doctora Danette Guíñez, la psicóloga Adriana Espinoza y el enfermero Gonzalo Martínez, quienes la semana pasada se unieron al operativo en terreno de los equipos israelíes de la Organización Médica Hadassah.


Quiero agradecer en forma muy especial a muchas personas y organizaciones que nos han permitido llevar adelante esta innovadora agenda de diplomacia de impacto social. Mi especial reconocimiento a la Comunidad Judía de Chile, y a su presidente Gerardo Gorodischer, al Consejo Chile Israel de Ciencia y Tecnología, a amigas y amigos de la Comunidad Judía, de la comunidad cristiana y del Pueblo Mapuche. A nuestros amigos y amigas en el Congreso Nacional, a las autoridades ministeriales y sectoriales de Gobierno, a los gobernadores, gobernadoras, alcaldesas y alcaldes, a las universidades y centros culturales, y a tantas personas que nos han entregado su amistad cara a cara o a través de sus mensajes en redes sociales. Y, obviamente, a mi familia, que tuvo que soportar los rigores de una agenda sin fin. Nuestros logros y estos lindos recuerdos que me llevo en la memoria son también gracias a cada uno y una de ustedes, y a esa sincera amistad que nos entregan cada vez que es necesario….


Pero a pesar de todo el impacto logrado, siento que estamos en deuda en algunos temas, entre ellos la lucha contra el creciente antisemitismo, un asunto en el que Chile no ha estado ajeno a la tendencia mundial de profundización de los discursos de odio. Así, en los últimos años fuimos testigos de hechos sin precedentes, como la expulsión de una joven judía de un restaurant en Providencia por usar una gargantilla con una estrella de David, rayados y apedreamiento de instituciones de la comunidad judía, quema de banderas de Israel en actos políticos, propagación de campañas antijudías y de deslegitimación del estado judío en redes sociales, entre otras expresiones de intolerancia racial, religiosa y nacional. No puede ser que los alumnos de los colegios judíos hoy tengan que esconder los símbolos de sus uniformes, por el riego que implica exponerlos en la vía pública. ¡Esto no puede seguir! Y por eso, todos y todas los acá presentes tenemos que sumarnos a la tarea pendiente de poner a Chile a la cabeza de la lucha contra el antisemitismo, para lo cual hay caminos ya asentados a nivel internacional, como el nombramiento de un delegado presidencial de temas de antisemitismo en la administración de EEUU, Alemania y en la Organización de Estados Americanos, como asimismo a creciente adhesión de organismos públicos, privados y académicos a la definición de antisemitismo de la IHRA, la Alianza Internacional para la Recordación del Holocausto.


Queridas amigas y amigos, hace casi 50 años, uno de mis antecesores, el embajador Moshé Tov, estuvo a cargo de esta embajada en momentos en que la diplomacia tuvo que responder por canales poco tradicionales a circunstancias excepcionales. Hace un par de semanas, estrenamos el documental que narra la gesta que permitió dar asilo a unos 300 chilenos que en ese momento no tenían otra opción que salir del país. Y lo menciono ahora, como ejemplo del impacto que pueden y deben tener las y los diplomáticos frente a las circunstancias históricas y geográficas que les toca enfrentar. En cierta medida, hoy en día, los diplomáticos israelíes nos sentimos herederos del legado humanitario de Moshe Tov, y creo que su ejemplo trazó un camino que, guardando las proporciones, hemos tratado de seguir en estos tres años de diplomacia orientada al impacto social. Les invito, entonces, a unirse en esta cruzada de amistad Chile-Israel, que pone en primer lugar a las personas y a la sociedad civil, y que con ellos y ellas en mente busca profundizar la cooperación con los actores tradicionales de la diplomacia y la política.


Gracias por acompañarnos hoy en esta celebración de los 74 años de la Independencia de Israel y gracias de todo corazón por haber sido socias y socios estratégicos de la amistad Chile-Israel, acompañándome en estos bellos y desafiantes tres años.


Toda Raba! Muchas gracias!

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